domingo, 24 de mayo de 2009

Amor de umbrales

Al negro David, y a su jujeña.

Esta no es otra que la historia del negro David. ¿Y quién es el negro David? Un pibe joven, con una sonrisa de mulato hermosa, y una voz tan increíble que una vez que se lo oye cantar, es imposible olvidarlo. Así es el negrito, en términos generales. Además de que canta zambitas como los dioses, también baila que da calambre (y sí, el talento suele venir mal repartido, a algunos mucho, y para nosotros nada). Con lo cual, se podrán imaginar que si no seduce chinas cantando, el remate viene en el baile. Pero así como ya lo imaginamos tan seductor, también es un terrible enamoradizo, y por acá viene la historia.
Resulta que el negrito es de Moreno, pero quiso el destino (o mandinga, estas cosas nunca se saben) que un verano armara la mochila y se fuera rumbo al norte. ¿Se lo imaginan? Yo, sí, cantando, de baile en baile, carnavaleando por todas partes. No sabemos si fue tan así. Pero sí podemos creer que a alguno que otro bailongo fue, porque en uno de esos se enamoró. A primera vista, así nomás. El negro la vio y ya le hervía la sangre de ver una jujeña tan linda. Como todos se estarán imaginando, la sacó a bailar (no chacarera, sino una buena cumbia) y (esto me lo figuro yo) cuando la china sintió su ritmo, ahí nomás se enamoró también.
No vamos a contar demasiado de la intimidad de este romance, sólo que se fueron a la orilla del río, y que se quisieron todo lo que dos personas se pueden querer en una sola noche.
Cuando ya estaba clareando, el negrito la acompañó a la casa, y prometió ir a buscarla al otro día, memorizando con la vista el umbral por el que esa linda figurita desapareció.
Al siguiente día, el negro ya estaba despabilado. Ya no tenía encima el coraje que infunden ciertos brebajes a los hombres en las noches de parranda. Más bien tenía el efecto posterior, en que las hazañas de lo vivido hace apenas unas horas parece un sueño, en contraste con el dolor de cabeza, y la dificultad del cuerpo para mantenerse en pie. En ese difícil trance estaba nuestro protagonista, aunque a pesar de estos terribles efectos, recordaba perfectamente a la jujeñita. Así que trató de juntar fuerzas, y con el sol pegándole en la nuca y el chillido de las chicharras persiguiéndolo, salió nomás a buscarla.
No se imaginan ustedes la cara de tristeza del negrito cuando, yendo y viniendo, avanzando y retrocediendo, tomó conciencia de que no se acordaba ni remotamente donde vivía esa chica. Que, en todo caso, de estar en la calle correcta (recordemos que en los pueblos, las calles no tienen nombre, sino que la gente se guía “a ojo”), los umbrales eran todos bastantes parecidos, por no decir exactamente iguales. Acá es donde uno empieza a desconfiar, y ya no sabe si en estos asuntos está la trampa del destino, o la colita misma del mandinga, que siempre engaña a los hombres con amores tan poderosos como inalcanzables.
Para estos momentos, ya todos tenemos en la cesera la carita tristona del negro, arrastrándose por las calles calientes y empolvadas, con ganas (aunque no con la suficiente fuerza) de tocar timbre por timbre, puerta por puerta de todo el pueblo.
De la jujeña no volvió a saber. Pasaron los días, ya se andaba quedando sin plata, y con el alma en derrumbe y el bolsillo en bancarrota, no tuvo otra opción que volverse a su propio pago.
Nos queda por conocer otra historia, la de la jujeña, que quién sabe si se quedó en su casa tardes enteras, esperando que su amorío aparezca. Y después, no habrá querido ir a ningún baile, por no encontrarse con la cara del traidor, que de tanto amor que le tenía, lo consumió en una sola noche.
A nosotros nos queda el consuelo de que con la tristeza de la jujeñita perdida, el negro haya compuesto aunque sea una linda zamba. Triste, pero hermosa, como lo fue este amor.
Y yo me despido con una frase, que aunque a ningún enamorado le haga gracia, nadie puede negar el acierto:
“Lo bueno, y breve, dos veces bueno”
¡Hasta el próximo carnaval!

3 comentarios:

Anónimo dijo...

buenísimo

deyvyd dijo...

Sta: Leí su cuentico al principio como un apologizar de lo negro y de la negrura. Pues a esto le digo le caben, también, aquellas aristas que pudieran considerarse pudientes o, o lo que es lo mismo para un negro, lo muy pálido o lo policromático (¡¡que no insistan…lo negro es ausencia de color…no somos de color!! que tenemos sabor dicen otros/as que felizmente habrán tenido el gusto de deglutirse un negro).
Tras atravesar esta etapa un tanto vergonzosa (objeto del arrojo vehemente de encomios infundados de un largo prolegómeno), sin embargo, se presenta una facción (y no quise poner ficción) de lo real que en la pluma de cualquier otra alma menos conocedora de lo efímeros que tienden a ser la eternidad y los enroques del señor tiempo en el yo, hubiera dado por resultado de la ecuación un texto zafio y vulgar…bah, la historia contada tal cual fue, pero nos encanta ilustrar todo desde la metafísica.
Respecto de la “china” dos consideraciones me parecen oportunas: primero debo una alzada en relación al grave equívoco que, entiendo, solo se provocó muchas veces, mas se intuye como tal pues una vez, en el texto, se explicó claramente que la muchacha era jujeña y no china; en segundo lugar sugiero un revisionismo del romanticismo que impregnó las últimas líneas, por que sí existió un desafortunado encuentro ulterior, pero lo dejo como trabajo de investigación para la segunda parte, aunque por lo general se presumen malas.
Para terminar le digo que esta buenísimo y que se la quiere un montón.
El Deyvyd

veredas rotas dijo...

Querido deivid:
contéstole en primer lugar que ha sufrido usted un gravísimo encuentro, que no es más que el de su mismidad con su ser de la ficción, siempre deformado por la pluma del narrador, al que nunca le alcanza con contar los hechos tal cual fueron, sino que siempre busca agregar detalles de lo que le hubiera gustado oír(caprichos de cronista ya bastante conocidos).Así que luego de darle una palmadita en la espalda por terible embate, le digo algunas cositas:
Que no es apología a la negrura, sino a sus virtudes, que estando así a la intemperie, y sin el acompañamiento de sus defectos (que todos los tenemos, pero no los menciono), queda usted negrito deivid con un perfil diríamos de Adonis morocho, que aclaro que no es mentira todo lo dicho, que en el canto, la sonrisa y en el baile usted se luce.
Que claro, china china, por decir jovencita, que bien sabemos que de la China del Oriente, la jujeña no tiene nada.
Y bueno, final romántico, pa gusto de la cronista (que además siempre le gusta dejar a las mujeres bien paradas), aunque podemos retrucar, por qué no, con la segunda parte, con el segundo encuentro, del deivid y la jujeña.
Y pa consejo, nunca se fíe de los que le prometen contar su historia, uno nunca sabe para que lado va a chorrear la tinta.
Un saludo, y un abrazo
de anita