domingo, 31 de enero de 2010

De por qué Papá Noel no existe, pero en cambio es muy evidente que los Reyes sí

A mis hermanos, con quienes creímos siempre en los Reyes
Y a los Reyes Magos


Queridos amigos, colegas, correligionarios, contrincantes, compañeros…

Como ustedes ya muy bien saben, esta pluma suele ser en extremo veraz y responsable, y sólo se dedica a disertaciones que realmente lo merecen.
No quiero alardear de mi seriedad periodística, pero creo que esta es una de las principales causas con las que me he involucrado, ya que, como detallaré más adelante, la situación de los Reyes Magos es de lo más precaria.
Antes de informar sobre lo que les está sucediendo, haré una previa revisión histórica para poder desarmar algunos mitos y esclarecer algunas falacias muy comunes entre la opinión pública.
Con respecto a la existencia de los Reyes Magos y de Papá Noel suele decirse lo siguiente:
1. Papá Noel y los Reyes Magos no existen.
2. Existen tanto Papá Noel como los Reyes Magos.
3. Existe Papá Noel, pero los Reyes Magos no.
4. Existen los Reyes Magos, y el que no existe es Papá Noel.

Estas son, lógicamente, las cuatro afirmaciones posibles, siendo sólo verdadera la última por los siguientes motivos:
De la primera afirmación podemos decir que suele estar en boca de los típicos mequetrefes que no creen en nada. Yo le digo a esta gente: si vas a decir que no existe nada, bueno, argumentá, presenta un habeas veritatis, arma una cámara oculta, o lo que sea. Negar por negar es una postura demasiado fácil, y no porque chantemos un no rotundo vamos a estar a salvo de las fauces de la ignorancia, que nos acechan desde los lugares más inciertos e insospechados (sí, me copé con el prefijo in-, ¿y qué?).
Luego, de la segunda afirmación podemos expresar, en primer lugar, que suele estar en boca de los ingenuos, los que no cuestionan y siempre confían en todo lo que dicen los padres, la señorita de primer grado y la tele. Está comprobado que estas son las tres primeras fuentes de obstrucción en la construcción de pensamientos con validez lógica. Por incoherencia abismal entre la teoría y la práctica, por miedo a un juicio y porque la estupidez vende, estas fuentes originan una inconmensurable cantidad de fisuras en el pensamiento lógico humano. Así que ojito con eso.
Además del escuadrón de crédulos, admitámoslo, ya en vías de extinción, más de uno me parece que se hace el gil para seguir ligando regalo. A estos ni los contamos, y asumimos directamente que de todos los que dicen que Papá Noél y los Reyes existen, un 10% miente nomás de puro careta, por miedo a que alguien lo escuche y después no le regale nada.
Pero además, hay una especie de supuesto basado en que si uno existe, los otros también. Y esto no es así. No señores, nada que ver. Los Reyes están vinculados directamente al nacimiento del niño Dios, pero no a la existencia del gordo ese, que siempre se caga de la risa (¿qué es tan gracioso?, ¿por qué no nos contás qué es tan divertido en el Polo Norte?), y que aparte parece que era un obispo que andaba regalando juguetes en navidad. O sea, el milagro del nacimiento de Jesús no tiene absolutamente nada que ver con el Papá Noél ese. Y además, suponiendo que el San Nicolás ese haya existido, no tiene ningún sentido que el tipo siga viviendo todavía. ¿Qué es, Tutankamon?


En cambio, los Reyes son “magos”, y los magos pueden hacer todo tipo de magia, como vivir eternamente y teletransportarse, dos cualidades importantes que hasta ahora ningún cura pudo hacer por más santo que fuera, y que en cambio cualquier mago cualunque saca de taquito (desde Merlín hasta Gandalf, pasando por otros menos importantes y con una reputación más baja).
Por lo tanto, los que creen en uno y en los otros por default, por favor, revisen sus aserciones. No tiene nada que ver Pablito Ruiz con Pablo Milanés, ¡por dio!
Una vez revisadas las dos primeras y falaces afirmaciones, pasamos a la tercera y la cuarta, que nos conducen directamente al meollo de la cuestión.
Para demostrar que la tercera afirmación es falsa y la cuarta es verdadera, tendré que basarme en pruebas que vengo acumulando desde mi tierna -aunque también avispada- infancia.
¿Cuántos “Papá Noel” vieron lo largo de su vida? Seguramente muchísimos, gordos, flacos, canosos, con pelo negro asomando debajo de una peluca blanca, con lentes sin aumento, promocionando desde un auto cero kilómetros hasta la calesita de la esquina. Yo les juro que en una navidad vi uno que a la legua era una Mamá Noel, empecinada en demostrar que su contextura y facciones, que coincidían perfectamente con las de la vecina de enfrente, encajaban en realidad con esta multifacética identidad navideña.
En cambio, yo les puedo asegurar que a los reyes no los vi jamás. Tampoco les puedo decir que recibí regalo de Reyes todos los años (más bien casi ninguno). Y eso es porque los Reyes, gente, hacen lo que pueden. Como tan bien lo explica la trillada frase, no pueden estar en todas las partes del mundo a la vez. Conocen sus limitaciones, y las llevan con dignidad hasta las últimas consecuencias. Eso sí, un poquito de agua y pastito pa´ los camellos, no se le niega a nadie. Y por eso, lo más extraordinario de los Reyes, no es un vulgar regalo comprado en la juguetería del barrio, sino la huella infalible de su presencia, evidenciada en el agüita y el pastito que se morfetearon los camellos la noche anterior. Y agrego algo que, se lo van a tomar a risa: yo a los Reyes no los vi, pero una vez los escuché. Y al otro día, cantado: no estaba ni el agua ni el pasto. ¡Más claro, echale agua!
Papá Noel es un (digámoslo ya) cerdo capitalista. Los Reyes son unos trotamundos hippies, bohemios de la buena estrella, mendigos del mendrugo de pan a cambio de un deseo de felicidad, paz y amor en el mundo.
No puedo revelar todas las pruebas, pero tengo entendido que detrás de Papá Noél hay muchísimas corporaciones multinacionales que alimentan esta figura, absolutamente inexistente, y comparada ya por sus múltiples apariciones con Bin Laden. Estas mismas se encargan de difundir entre los niños (con adolescentes impostores que imponen la voz en escuelas y plazas) que los Reyes no existen.
Desde la injusticia, la melancolía y la indignación les digo no sólo que los Reyes existen sino que su magia está perdiendo poder, por el terrible inconveniente de que cada vez menos niños creen en ellos. (Si tienen inquietudes con respecto a este mecanismo, les recomiendo que revean La historia sin fin, donde se explica perfectamente.)
Tengo entendido que, de los bienes que tienen desde aquel nacimiento milenario, el incienso que les queda es muy poco, y lo racionan en sahumerios con los que se hacen una que otra changuita en Plaza Francia, San Telmo y otras ferias artesanales. La mirra no les sirve para nada. La quisieron vender en once, pero nadie se la quiere comprar a menos de cinco pesos, confundiéndola con otras fragancias truchas de un valor mucho más bajo. Y del oro, lo poco que les queda, lo van utilizando para pagar una pensión en la Localidad de Lanús, con la que estiman que les queda, al ritmo que van, para apenas unos 240 años más. (Dato aportado por la doctora Peralta, quien afirma que incluso los vio dar unas vueltas en el camión de los bomberos voluntarios de la localidad, con quienes hicieron muy buenas migas, y hasta comparten una birrita cada tanto.)
Realmente, la situación de los Reyes, como adelanté al comienzo de esta exposición, es muy precaria. O sea, no es joda, loco, los Reyes están en la lona.
Por culpa de las corporaciones y de los cerdos capitalistas nos estamos olvidando de estos maravillosos y milenarios seres mágicos que, está bien que no nos dejan un pomo, pero son los testigos vivientes de aquel milagro del Mesías Jesucristo, que al final no sirvió pa’ mucho, pero al menos dio a la humanidad la esperanza de que el mundo iba a cambiar; episodio que según los mismos Reyes sólo se volvió a repetir en la década de los sesenta, para que luego el mundo volviera a hundirse en su habitual oscuridad y pesimismo.
Yo les pido, amigos, que no dejemos de creer en los reyes. Y aunque no nos dejen regalito, pongámosle el tarrito con agua y un poco de pastito. Tal vez, a fuerza de levantarles la autoestima, vuelven a andar de gira, y hasta nos regalan un mundo mejor.


Nota pertinente:
Debo aclarar que la situación de los Reyes Magos no sólo se debe a que la opinión pública se dejó llevar por las lucecitas de colores del emblemático ho ho ho. Fuentes que no pueden revelarse me han informado que luego de Vietnam, el último Woodstock y otros acontecimientos concernientes a la misma época, se dedicaron a “invertir” su oro en drogas, viajes místicos por el Amazonas, recitales y juergas con señoritas a las que les probaban sus capas y coronas, y las nombraban reinas de quien sabe qué regiones. Esto disminuyó mucho su riqueza, es verdad. Tampoco vamos a decir que los reyes son unos santurrones y que no tuvieron la culpa de nada. Pero vamos, al fin y al cabo, después de dos mil años de rectitud, ¡una década de diversión no se le puede negar a nadie!
Luego de la década llamada por ellos mismos “infame”, volvieron a sentar cabeza y a buscar nuevamente un oficio del que vivir. Pero para esa instancia, el imperio soviético estaba derrocado, el mundo ya se manejaba a través de acciones y movimientos bancarios, y comprendieron algo tarde que habían gastado más dinero del necesario, encontrándose en un mundo en el que sin sponsor, agentes de publicidad y RRPP, ya no eran nadie. A pesar de haber intentado montar sus propias estrategias de publicidad, de recurrir a cooperativas y a gestiones independientes, su situación fue decayendo hasta llegar a la situación de pobreza en la que se encuentran actualmente, escuchando sin parar un disco rayado del polaco, con la yerba al sol y con el hígado a la miseria de tanto tomar vino Toro. Otra changa con la que subsistieron un buen tiempo fue con la “vuelta al camello”, recurso que comenzó a menguar a partir de que cerraron Tierra Santa.
Se comenta que de aquella época de gestión independiente quedaron algunos grafittis con leyendas como estas: “Si querés vivir como un Rey, votá a los Reyes”; “Este enero esperá a los Reyes, no te hagás el gil”; “Contigo, agua y pasto”; “El que espera no desespera”; “¡Aguante el Oriente!”. Lamentablemente, fueron tomados como fundamentalistas terroristas, y estas pintadas nocturnas les valieron una nefasta noche en una comisaría de Flores, donde les costó un gran esfuerzo explicar que eran los mismísimos Reyes Magos –imagínense la cargada más chica de la Federal-. Afortunadamente, salieron gracias a un contacto, aparentemente un ex montonero que en aquel entonces tenía un cargo político como representante del PJ.